Ahorrar tiempo cuesta dinero

A la distancia supe que el viento azotaba la casa cuando vi que la lámpara de su entrada se movía desparramando luz como una luciérnaga. Allí podrían ayudarme, supuse. El mal estado de la ruta, un atajo hacia la autopista que me ahorraría tiempo, hizo que mi auto se detuviera después de un fuerte ruido metálico. Tenía que revisarlo pero ¿cómo hacerlo de noche, sin iluminación y sin herramientas?

Pasaron unos minutos desde que golpeé a la puerta hasta que abrieron. Me atendió un hombre joven, adolescente por su aspecto, pero con una mirada y actitud muy madura (no sé por qué, pero esperaba encontrar una persona mayor en una casa grande que, probablemente, requiriera de mucho trabajo y disciplina para mantenerla). Le expliqué lo que necesitaba; me invitó a pasar; y enseguida estábamos tomando café en una hermosa sala con muebles de estilo rústico.

—¿Adónde viajaba? —mientras me hablaba examinaba cada uno de mis movimientos, y cada vez que se acomodaba en el sillón miraba mi maletín.

—Hacia Bahía Azul, allí fui citado por trabajo, soy arquitecto.

—Mucha gente comete imprudencias manejando. Lo veo seguido. No hacen la revisión del auto antes de viajar; no llevan los elementos mínimos para superar un inconveniente. En algunos aspectos parecen niños aún. También en la curiosidad: usan atajos para ahorrar tiempo —su forma de hablar y los gestos con que acompañaba sus palabras me hacían sentir incómodo. Como cuando mi abuelo se dirigía a mí desde la altura que la experiencia de los años le daba. Respondí evadiendo la crítica e intentando averiguar, indirectamente, su edad:

—Sí, a veces confiamos demasiado en los autos, en las computadoras, en consejos sobre qué caminos elegir. ¿Usted hace mucho que vive aquí?

—Lo suficiente como para conocer bien la zona. Vivo muy tranquilo... No tengo sala de huéspedes, pero si le parece bien puede dormir aquí, en el sofá.

Me acomodé en el sillón y, pensando en qué podría haberle pasado al auto, encontré el sueño. A la madrugada, como es mi costumbre, me desperté para ir al baño. Al regresar me llamó la atención un zumbido, que en el silencio nocturno se hizo claramente audible. Venía de una habitación contigua. Con cuidado pasé la puerta. Caminé por un pasillo oscuro mientras el sonido aumentaba. Encontré un sillón mullido, ubicado sobre un riel y con un casco como los usados en las peluquerías unido arriba del respaldo. Intrigado, tomé asiento, cubrí mi cabeza con el cono, y la oscuridad fue total. Cada apoya-brazo tenía un botón. Presioné el de la izquierda y la máquina empezó a moverse. No podía creer lo que estaba viviendo. Era como una película de mi vida pero marcha atrás. Empecé viendo lo más importante que me sucedió en el último año, y reviví lo que había sentido en cada oportunidad. Retrocedí aproximadamente quince años y las sensaciones de mi adolescencia no me resultaron gratificantes. Mantuve presionado el botón derecho y en sólo segundos estuve otra vez en el punto de partida. Salí del sillón y comencé a caminar. Sentía una fuerza y una jovialidad irreconocibles. Tanto que decidí regresar al sillón. Caminaba balanceando los brazos y mostrando entusiasmo en mi lenguaje corporal. Una vez ubicado presioné el botón derecho. Si el izquierdo me llevó al pasado probablemente con aquel podría ver el futuro. Lo que viví fue confuso y difícil de creer. Solo me conformó haber encontrado que llegaría a viejo luego de una vida muy rica en situaciones.

Regresé. Salí del sillón con dificultad, caminé muy agotado por el pasillo, y me acosté lentamente en el sofá.

Al día siguiente tuve que pedir ayuda a mi anfitrión para levantarme. Me sentía muy raro, y él asentía con la cabeza, como hacen los médicos cuando conocen la razón de los síntomas de un enfermo. Le demandé una respuesta con la mirada, y empezó a hablar:

—¿Se pregunta qué pasó? Pasó lo de siempre: los abogados se creen mecánicos; los arquitectos científicos. Todos se sienten con derecho a invadir la privacidad de las profesiones ajenas. Y usted, señor, por lo que veo, estuvo hurgando en mi experimento, ¡sin saber nada de ciencia! La máquina del tiempo lo transporta hacia el pasado o el futuro y lo trae. Y volver lleva el mismo tiempo que ir, como es lógico. Sin embargo, si uno vuelve rápido, no deshace los cambios físicos y se trae el aspecto del momento en el tiempo al que llegó...

Mientras digería las extrañas noticias y recordaba mi paseo nocturno, con gran asombro vi mis manos llenas de arrugas, sentí mi espalda encorvada, y toqué piel al buscar mi cabello. "¡No puede ser!" creí gritar, pero apenas si emití una voz débil, entrecortada y rasposa, que contrastó con la del joven que, con su cínica sonrisa, continuó hablando con deleite:

—Es un proyecto interesante y da resultados. De hecho, le asombraría conocer mi edad real. Pero el mantenimiento del equipo es muy costoso y siempre estoy buscando gente que colabore con dinero y recursos, y creo que usted es un firme candidato. Claro, después de su aporte podemos arreglar un nuevo viaje en el tiempo para que usted vuelva como desee volver.

Desesperado, quise levantarme, y un tirón en la espalda me dejó inmóvil. Giré la cabeza alrededor y noté que mi maletín no estaba donde lo había dejado. Era evidente que debía colaborar con el proyecto.

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