La caja negra

-¡Es muy pesada la caja! ¿Qué tiene dentro?
-Tiene una hermosa joya, cubierta de cristal. Así que, por favor, con mucho cuidado que al menor golpe se puede romper. Recuerda: Parque Industrial Norte, torre 4, piso 29, entregarlo al señor Domínguez.

Para evitar que el movimiento natural de la moto en la calle afecte al cofre lo colocó en una mochila que ubicó delante de su cuerpo, llevando la joya cerca de su corazón, que latía fuerte por la responsabilidad que había asumido.

A ritmo lento le tomó casi una hora llegar a destino. Al entrar al parque industrial se quedó vislumbrando las torres unos instantes: eran como bestias imponentes que iban comiendo y escupiendo la gente que pasaba por la entrada de cada edificio.

Ingresó a la torre 4 detrás de una mujer muy atractiva, quizá una secretaria o recepcionista, que él observaba disimuladamente al mirar hacia delante. Hasta los dos policías que custodiaban la entrada la siguieron con la mirada. Luego los oficiales, observándose mutuamente, dibujaron en su rostro un gesto de babosa complicidad. Por eso pudo ingresar tras ella sin perder tiempo en controles.

Tan solo catorce segundos después de haber subido al ascensor estaba en el piso 29. Y luego de esperar unos minutos lo recibió una secretaria. Era la mujer había que caminado delante suyo; ahora desplegando su belleza y elegancia con mayor soltura. Fue ella quién recibió el cofre que tenía una cruz tallada en la tapa. Se despidieron con cordialidad, aunque él hubiera preferido algo más cercano; un beso, un gesto de esperanza para una posible relación.

Salió de la torre y caminó por el parque de entrada con mucha tranquilidad por haber cumplido su trabajo. Se quedó pensando en la suerte de quienes trabajan con mujeres tan hermosas cuando de repente sintió un soplo de aire, un estruendo lejano que fue creciendo como una bola, un quejido en el aire y en la tierra, desde sus entrañas, desde la ciudad misma. Giró su cabeza y confirmó lo que el calor anunciaba: la torre estaba en llamas.

Tras unos segundos de confusión y al ver la gente gritando desesperada comenzó a correr hacia el edificio. Solo se detuvo cuando el ruido de vidrios rotos salpicó de cristal y luego de sangre los alrededores. Siguió corriendo y observó en el hall personas tiradas en el piso, intentando alcanzar la salida. Saltando sobre el fuego entró a la recepción y tomó de los brazos a una persona que arrastró hacia fuera. El crepitar del fuego, las explosiones y los gritos se acallaron un instante y él escuchó un maullido. Giró y vio un gato negro, con el lomo en alto, caminar lentamente y reflejar, en sus ojos rojos, la torre en llamas. En ese momento comprendió cual fue su papel en la dramática historia: él llevó a la torre la supuesta joya, tan pesada y misteriosa. Se levantó y corrió nuevamente hacia el edificio en ruinas.

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