Oportunidades

Lo vi y empecé a correr. Mi cuerpo saltaba desprolijo sobre las baldosas y los pies me dolían a cada paso. Él no era más rápido que yo y por lo que podía ver no estaba acostumbrado a las corridas. Por seguirlo con la mirada cuando doblé la esquina casi choco a una mujer que llevaba una bolsa de supermercado. La esquivé y seguí al trote.

Aún con mi respiración agitada y el cuerpo cansado y meneándose por la inercia, pude pensar. ¿O debería decir divagar? Me pregunté: ¿qué lleva a un hombre a tomar algo ajeno? ¿no es mejor el orgullo de conseguir las cosas con el propio esfuerzo? Bueno, pero robar también implica un esfuerzo, me contesté; ¡aunque esos riesgos son muy altos! Por ejemplo, la siguiente esquina, la avenida, es uno de esos puntos que nos obligan a los corredores a tomar decisiones rápidas. Son, en definitiva, oportunidades para que termine la persecución.

Mientras corría, la luz del semáforo parecía saltar y moverse con ritmo alocado. Como una bandera a cuadros, el rojo y el tránsito intenso nos obligaron a reducir la velocidad y a esquivar obstáculos con movimientos poco precisos. No recuerdo quién empujó a quién, pero caímos al piso, enredados, entre brazos que aprisionaban y otros que intentaban zafarse.

—¡Hijo de puta! ¡Devolvéme el celular! ¿Dónde lo tenés?
—Eh... eh... está en el bolsillo de la campera..., de adentro.

La bandera a cuadros también marcó un ganador. Yo me quedé ahí y él se fue caminando rápido, como un chico con un juguete nuevo.
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