El primero

Siempre sueño con la primera cereza del verano; disfrutándola, deshaciéndola en mis labios, y con todos sabiendo que yo inauguré la temporada. Es importante ser el primero, ¿acaso alguien recuerda al segundo de una carrera? ¿alguien sabe el nombre de la segunda persona que pisó la luna? Sólo los primeros trascienden.

Yo fui el primero en graduarme con honores. Fui el primero en crear una empresa de servicios de seguros y llevarla al tope de ventas. El primero en implementar trabajo en equipo diciendo personalmente a cada empleado, “El lema es que cada uno haga su trabajo y valore el de los demás”.

Por eso, cuando en el cóctel de corredores de seguro, entró esa mujer tan bella que acaparó la vista de todos, no dudé en ser el primero en acercarme. Y luego de una animada charla nos fuimos de la fiesta, ante la mirada envidiosa de los demás.

Fuimos a un hotel y luego de servir unos tragos, empezó a bailar. Se me acercó meciendo rítmicamente la melena y la falda, mientras tambaleaba dos copas de whisky en sus manos.

Quise ser el primero en desvestirme, pero apenas atiné a quitarme la corbata ella se había desnudado; lo hizo en un santiamén, dejándome atónito, ¡era perfecta! Mientras continuaba quitándome la ropa ella retrocedía contoneándose sensualmente. Ni el whisky helado logró apagar el fuego que ella había encendido. Finalmente cayó sobre la cama y me esperó con las piernas separadas. Cuando estuve a punto de apoyar mi cuerpo sobre el suyo repentinamente se apartó, tapó su cuerpo con las piernas, y con voz suave me dijo:

-Antes de empezar necesito saber si quieres ser el primero.
-¡Siempre soy el primero! -respondí, apurado por dejar los trámites y pasar a la acción. Aunque luego sentí curiosidad- ¿el primero en qué?
-El primero en pagar.
-¡Por supuesto! Yo pago siempre.

Con mi respuesta volvió su sonrisa y por fin comenzamos a disfrutar de nuestros cuerpos. Mientras lo hacíamos, ella me hablaba. Recuerdo poco; me contaba de su madre, que falleció en la pobreza por culpa de un dinero que nunca llegó, y otras cosas más.

Al terminar me pidió volver al cóctel, pero quería ir a pié. Mientras caminábamos me felicitó por estar dispuesto a pagar mis errores. Ante mi asombro detuvo su marcha y se paró delante mío. Su mirada era una eterna reprimenda y, gritando, me recordó que fue mi empresa la que no pagó el seguro a su madre. Preocupado, quise conciliar:

-Lo siento mucho, ¿que puedo hacer para...?
-Nada. ¡Ya lo hiciste! Aceptaste ser el primero en pagar.

Dio pasos rápidos y cuando quise alcanzarla un fuerte dolor en el estómago me obligó a agacharme. Sentí nauseas y mucho dolor. Sonriendo me dijo “besa y consuela a mi madre; dile que ya la vengué del primero, ahora faltan los otros dos cómplices”.

Retorciéndome de dolor la veo yéndose a buscar su próxima víctima. Deja atrás un corredor de seguros en la calle, muriendo. Sólo cuento con la certeza, pero no el consuelo, de ser el primero.

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