El barco de Noelia

Noelia estaba muerta. Al menos eso indicaban los registros de Xsturion, el sistema informático en el que estaba basado el mundo entero. Estaba muerta, como otras 282 personas en diferentes lugares del mundo, porque sus padres no la registraron al nacer para evitar la inserción del chip Quasar, obligatorio para todos los vivos, y única forma de vivir en sociedad.

Por eso, Noelia y el resto de los chipless, se transformaron en parias, relegados de la sociedad e ignorados por todos primero, y en rebeldes y enemigos del sistema después.

Nadie creía en la existencia de los chipless porque normalmente no se percibía, no se veía, a alguien sin Quasar.

El chip era, en realidad, un transmisor-receptor y un estimulador de redes neuronales cuyo poder crecía junto a las capacidades de cada persona. Cada veintitrés días se enviaba nueva programación a los Quasar de todas las personas del mundo. Cada uno recibía la actualización que le correspondiera, según su estado actual de desarrollo y de acuerdo al perfil de ciudadano que tuviera asignado. A través de esta programación las personas incorporaban conocimientos y habilidades, características de conducta y personalidad, orientación de pensamientos y opiniones, deseos y pasiones, gustos y rechazos.

Gracias al masivo uso del Quasar, la elección de parejas quedaba en manos de los padres. Cuando un joven cumplía dieciséis años a sus padres se le presentaban diferentes perfiles para que seleccionen uno. Si los padres de la otra persona estaban de acuerdo, en la próxima actualización del Quasar (QU, Quasar Update) se incorporará la información a los pretendientes. Se propiciará el contacto –aparentemente casual- y los pretendientes resultarán enamorados.

La cantidad de profesionales en distintas áreas, de obreros y empleados, era la justa y necesaria. Rara vez había desfases ya que el consumo estaba controlado desde el origen, desde el deseo de compra. No había abogacía, ni marketing, ni ventas, ni docencia, y mucho menos filosofía. Tampoco había desocupación. La sociedad era un enorme reloj donde cada engranaje contribuía con precisión a que el tiempo siga girando, bajo la tutela de Xsturion.

Allí, al corazón de la sociedad, al grupo de computadoras Xsturion, Noelia y los chipless dirigirían su ataque. Como los románticos tradicionalistas que eran, deseaban libertad para todos y formar una sociedad auténtica, con aciertos y errores, con aprendizaje y con conciencia colectiva; dejar de ser autómatas, máquinas-herramientas al servicio de los Coders. Los Coders eran el grupo de programadores y administradores de Xsturion, la única casta alta de la sociedad, que eran desconocidos por todos los ciudadanos.

Los chipless dedicaron décadas de estudio a comprender el complejo funcionamiento de Xsturion y encontrar la forma de vulnerar su seguridad. La información sobre el funcionamiento de Xsturion solo podía conseguirse de alguien con Quasar; y los únicos con chip que podían ver a los chipless eran sus padres. Ellos contribuyeron y así pudieron conocer Xsturion y preparar el ataque único y definitivo. Les tomó treinta y cinco años de estudiar y compartir información vía e-mails encriptados. Finalmente, el momento de la liberación había llegado.

El código de ataque ingresaría a Xsturion a través de sus padres. Más de quinientos fragmentos de código que se activarían con la próxima QU. Los chipless esperaban ansiosos, y sus padres algo temerosos.

Sin embargo, nada sucedió el día previsto. Con sorpresa, comprendieron que el QU se realiza cada veintitrés días, pero en fechas diferentes, comenzando a contar desde el injerto del Quasar. Había que esperar para que el código suba completo y se active. Los siguientes veintitrés días los vivieron expectantes, aunque el tiempo libre dio lugar a la especulación. ¿Cómo nos verán los ciudadanos cuando ya no tengan programación? ¿Nos reconocerán como pares? ¿Olvidarán su vida Quasar? ¿Se adaptarán a ser dueños de sus actos?, se preguntaban.

Pasaron los veintitrés días, con suerte de que ningún Quasar portador de código falleciera, ni que Xsturion detectara la modificación. El código intruso cambiaría la codificación que identifica a cada Quasar, con lo cual ningún QU sería posible ya.

Pero no funcionó. Los QU siguieron realizándose, aunque con identificadores cambiados. Ningún ciudadano recibió el QU propio, sino el de otro, o alguno nuevo. En diferentes lugares la gente comenzó a comportarse de forma extraña, y por primera vez en mucho tiempo, aparecieron los conflictos. A los quince días el mundo era un caos, porque hasta quienes debían ayudar a los desquiciados estaban fuera de sí. Se sucedían accidentes y juegos fatales; la muerte se hizo frecuente, nadie podía detenerse ni controlar a los demás. Los Coders intentaban sin éxito corregir el problema y los chipless se escondieron por un tiempo de sesenta días, como habían planeado hacer si surgía algún inconveniente.

Dos meses después, al salir de los bunkers, el panorama era desolador, aterrador, apocalíptico. Todos los Quasar habían muerto. El aire era irrespirable, la descomposición intoxicaba todo y atraía a cientos de animales e insectos. Noelia y cuatro chipless corrieron hacia el mar, esquivando cadáveres. El mar traía aire limpio a la costa. Pero no podían quedarse. Debían unirse a los chipless de otros lugares del mundo, y solo podrían viajar por agua. Buscaron un barco de madera y escribieron, a babor y a estribor, “Noelia”; palabra que los otros grupos sabrían identificar.

Mientras se alejaban de la ciudad comprendieron, al mirarse entre sí y encontrar lágrimas en todos los ojos, el tremendo crimen que habían cometido. Habían matado a sus padres, quienes le dieron mejor vida al excluirlos del Quasar. Habían matado a toda la humanidad, una sociedad equivocada, pero que merecía algo mejor. Sólo esperaban que esa culpa vaya perdiendo peso poco a poco, y les permita, al juntarse con los otros chipless, comenzar de nuevo, crear una sociedad libre. Aunque sin olvidar que los Coders no eran Quasar, y probablemente estén vivos, en algún lugar del planeta.

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